miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿de veras tenemos identidad, mexicanos?

LA IDENTIDAD DEL MEXICANO EN EL SIGLO XXI

por Esdribeli


¿Es válido preguntarse por la esencia de lo que es ser mexicano en este siglo XXI?

En esta post modernidad donde la identidad de un país siempre esta en crisis, y donde le agregamos una crisis adicional y casi crónica (la económica) a un país que de por si nunca ha tenido una idea clara y mayoritariamente consensuada de su identidad, ¿tendremos lo necesario para poder dar respuesta a la interrogante de qué significa ser mexicano?

Hoy, ese estado benefactor, el del nacionalismo, el de la cultura nacional que a través de ciertas dosis de represión logró mantener de cierta manera una relativa paz social, se encuentra fracturado. El partido único (en la práctica) que logró mantener por algunas décadas esa ilusión de cohesión nacional, hace tiempo que perdió su omnipotente poder; sus sucesores navegan en la ambivalencia ideológica según la oferta del momento. ¿A qué nos aferramos aquellos que nos decimos mexicanos para sentirnos como tales? ¿qué ganamos o perdemos con ello?

Durante el periodo colonial no hubo gran preocupación por definiciones patrióticas, no hacian falta. Los indios eran, por lo general una raza aparte que servían como mano de obra y mientras los pudieran mantener controlados para que trabajaran "en paz", que ellos se identificaran con lo que mejor les pareciera (mientras dieran la apariencia de ser católicos); los peninsulares y criollos se identificaban con España (especialmente con Castilla) y allí estaban sus ideales; los mestizos, mientras no fueron demasiados y según el momento y lugar específico en que nacieron, eran ubicados en uno u otro grupo, dependiendo su reconocimiento social de su riqueza económica. Los esclavos negros y los asiáticos, salvo excepciones ni siquiera importaban en esta sociedad (solo como productos).

Fué hasta finales del periodo colonial cuando los criollos comenzarón a germinar en su pensamiento la idea de ser algo diferente de España, cansados de que, aunque los consideraran españoles, los menospreciaran en cierta forma por el hecho de haber nacido en un clima diferente, al cual los "civilazados" europeos atribuian un factor de incompetencia para autodirigirse con propiedad y menos aún para tomar la alta responsabilidad de puestos elevados en política o religión. Estos criollos comenzaron a dar valor propio al hecho de haber nacido en América, con lo cual se vieron obligados a reconocer el valor de las antiguas culturas que había antes de que el casi invencible Imperio español acabara con ellas. Respecto a los descendientes de aquellas culturas, los criollos dieron por hecho, sin cuestionarselo mucho, que habían asimilado por completo la cultura occidental, basándose para ello casi exclusivamente en la extensión y la supuesta aceptación de la religión católica, así como del idioma castellano.

Después de la Independencia, comenzaron los verdaderos dolores de cabeza en eso de definir cuál era la identidad de esta nueva nación. Para empezar, aunque la mayoria de los criollos se vieron beneficiados con la independencia del yugo hispano, no todos participaron activamente para lograrla, pero bien que si quisieron tomar parte en la construcción de un modelo de sociedad en el que serian la guía ideológica. Los mestizos y los indios eran solo peones que debian seguir la orientación de espírtus mas elevados, aunque esos espíritus se sangraron entre ellos mismos buscando la hegemonia política. Casi todo el siglo XIX transcurrió de esta manera, y la educación en el país dió tumbos de un lado a otro, apenas rescatada por esfuerzos de grupos particulares como la Compañía Lancasteriana o individuales, con algunos intentos gubernamentales por darle cierta solidez, los cuales estaban supeditados a la orientación ideologica del gobierno en turno, lo cual por desgracia cambiaba frecuentemente y de manera a veces radical.

Con la llegada del positivismo se pudo dar cierta consistencia a las políticas educativas, a lo cual también favoreció el periodo de relativa paz y progreso de finales de siglo, y de aquí se pudo comenzar a gestar realmente el asunto de que se iba a enseñar y a quién. Se comenzó en este periodo a discernir que no podíamos seguir siendo eternos imitadores de Europa, especialmente de Francia, quien era el principal modelo a seguir .Los mestizos cada vez eran más y pedían ocupar mejores posiciones sociales y comenzaron a darle mayor importancia a una dirección educativa dictada desde el gobierno y fundamentada en una teoria moderna que la justificara y diera coherencia, pero identificandose siempre con la herencia cultural criolla como única opción "civilizada".

A principios de siglo la conciencia de que éramos un pueblo con enormes diferencias socioculturales comenzó a despertar la aspiración de conjuntar elementos básicos de los distintos grupos étnicos y sociales y dar lugar a una nueva identidad que los agrupara, subordinándolos al desarrollo de una cultura nacional, inspirada en una matriz occidental, la cual tomaria matices propios, pero que a final de cuentas y a largo plazo absorbería y eliminaría las diferencias culturales de cada grupo particular. Esto se lograria a través de una educación unificadora basada casi totalmente en los preceptos positivistas. Vasconcelos señaló en términos alegóricos y esperanzadores que éramos "la quinta raza" o "la raza cósmica"; una síntesis de todas las razas, especialmente la hispana e indígena; la exaltación del mestizo habia apenas iniciado.

Alrededor de los años treinta aparece la obra del filósofo Samuel Ramos, el cual delinea un perfil del hombre y la cultura basado teoricamente en la obra de Adler (alumno de Freud) y sus postulados sobre la inferioridad a la que parece estar condenada la especie humana y sus deseos sublimados de poder. Ramos intenta con este bagaje teórico una caracterología de "lo mexicano", la cual seria algo asi como la cara opuesta del ideal Vasconceliano; para Vasconcelos la historia nos llama a ser grandes, para Ramos es lo contrario, y nos presenta un elemento social que encarna esa inferioridad: "el peladito mexicano". Si el machismo es la máxima expresión mexicana del complejo de inferioridad, quien mejor la encarna es el "peladito", un individuo a quien la vida le ha sido hostil y cuya actitud es de negro resentimiento; estalla a la menor provocación y busca entonces la riña como remedio para intentar elevar su yo deprimido. Según Ramos en esos combates el pelado atribuye al contrario una feminidad imaginaria, reservando para si el rol masculino, intentando con esto afirmar su superioridad sobre el adversario, asociando su concepto de hombría con el de nacionalidad, imaginando que esta interpretación de "valentia" es la nota particular del mexicano.

Así, el mexicano de Ramos es alguien inseguro, desconfiado, inadaptable, con un conflicto permanente entre lo que es y lo que desea ser, radicando el origen de esto en la Conquista ocurrida siglos atrás, de donde salieron los dos grandes ingredientes del complejo: la autodenigración y la vanagloria.

Curiosamente, en esta misma década el nacionalismo sentaba sus reales, entendiendo por nacionalismo esa búsqueda constante de la esencia histórica que incluyera un pasado indígena miticamente glorioso y unificado fundido con lo mas elevado de la cultura occidental traida por los españoles y estructurado en una visión épico-militar. Esto continua las décadas siguientes, adicionando a esta búsqueda el intento de una definición racial, que algunas veces tiraba más para el lado criollo y a veces para el mestizo, e intentando una estabilidad económica a través de políticas proteccionistas de la industria nacional.

Esta visión nacionalista tuvo cierto respaldo de los tiempos que le tocó vivir, ya que gracias al cine, la radio y los medios impresos se podía transmitir esa visión unificadora a los rincones más lejanos del país, haciendo que el grupo dominante impusiera de cierto modo un proyecto político que aglutinó a los sectores subordinados bajo un conjunto de símbolos y códigos comunes, lo cual iba más allá de los símbolos patrios oficiales; llegó a través de relatos de un imaginario social que se expresó en situaciones simbólicas de la cotidianeidad del pueblo, a través de experiencias, hábitos, modos de hablar y vestir personificados en seres carismáticos y populares de la llamada "época de oro del cine nacional", que ayudaron mas que la educación oficial y escolar misma, a que habitantes de distintas regiones se sintieran pertenecientes a una totalidad, a una entidad mayor y en esencia superior a la pequeña visión regional. El cine maravillaba a todos los sectores, y la muchedumbre que llenaba las salas era seducida por historias sencillas, narración visual espectacular con paisajes urbanos o campiranos, pero que contenia valores en los que una gran mayoría creia de cierto modo, como la visión de una mujer que para ser respetable debia conservarse virgen hasta el matrimonio, ser fiel, abnegada, devota, tolerante con las infidelidades del marido, recatada y entregada al hogar. Si esto encontró aceptación en estratos dispares de la población en diferentes regiones y tradiciones culturales, fué por que atinadamente se descubrió un valor común que se pudo reflejar en el cine y la radio, primero, y después en la televisión. Por desgracia, pienso yo, lo que se descubrió y exaltó entonces fué un valor negativo, pero que sirvió para que gente de diferentes tradiciones se convencieran de que si tenían algo en común.

En los años setentas un psicológo interesado en los asuntos sociales, Santiago Ramírez, intenta un psicoanálisis histórico del pueblo mexicano.

Si infancia es destino en un ser humano individual, también aplica el mismo principio para los pueblos, dice Ramírez. Según él, el sello que caracteriza al mexicano común a través de la historia es la dualidad amor/odio, desde la antigua oposición Quetzalcóatl vs.Huitzilopochtli, pasando por el indígena/conquistado vs. el español/conquistador, y después lo francés vs. lo norteamericano, siempre un duelo no resuelto de amor y odio. El mexicano más abundante y más visible es el mestizo, producto de choque de civilizaciones, en el que el español es el padre irresponsable que usa a la madre india solo para satisfacer su placer, pero que para mantener su canon social y cultural hace traer una mujer peninsular abandonando a la amante india (en el mejor de los casos pues en la mayoría ni siquiera se molestó en saber a quién violaba), causando en el niño mestizo un odio inconciente tanto al padre abusivo como a la madre, que a pesar de alimentarlo y cuidarlo se ha dejado dominar por el padre de tal forma, generandose una ambivalencia hacia ella por esa causa, y una ambivalencia hacia el padre también, pues a pesar del resentimiento hacia él guardado, es la figura fuerte, y él quiere ser fuerte,así que termina identificandose con él. Sabe que nunca llegará a ser español, pero niega su parte indígena, en un mecanismo de defensa; también se aisla, y encuentra un solo camino: el progreso, pero el progreso es ser como el padre, aunque lo odie. Así entonces trata de ocultarse tras una máscara, el machismo, el cual, por cierto, necesita de la colaboración de los dos sexos para perpetuarse. Tiene entonces el mexicano un agudo conflicto de identidad, víctima de contradicciones diversas que oculta bajo una identidad superficial de fiesta y alegría.

Llegan luego los ochentas y Bonfil Batalla nos restrega en la conciencia que esa faltad de identidad que ocultamos es mucho más profunda, que en realidad nunca se ha producido el mestizaje de la forma en lo intentamos creer a través de los libros de texto y de las películas nacionalistas. Hay una civilización concreta, diferente a la occidental que se niega a morir, aún cuando hace mucho tiempo que sus formas mas elevadas y exquisitas de cultura fueron suprimidas, aún cuando de las diversas manifestaciones que llegó a tener se haya intentando fusionarlas en un solo amasijo uniforme denominado "lo indio"; esta civilización permanece desconocida pero viva bajo la mayor parte de un pueblo que se vió obligado a desconocerla para poder ser aceptado por la "gente bien", la "gente de razón", que solo ve a Occidente como la única alternativa viable y razonable de concebir el Universo, pero que aun asi, a pesar de esta renuncia al reconocimiento de esa raíz por parte del pueblo llano, aún es menospreciado por quienes viven en una "burbuja" cultural que les permite sentirse superiores y disfrutar privilegios. Nos llama Bonfil Batalla a desenmascarar este imaginario y proponer nuevas formas de convivencia en que una forma de ver y sentir la vida no signifique la supresión de otra por ser diferente y creerla por tanto, inferior.

También los ochentas se presenta Roger Bartra emprendiendo un viaje destinado a derribar más mitos sobre lo que concebimos como mexicano. Para Bartra el mexicano es un ser en permanente transición, como el ajolote, con quien lo compara, un ser que se niega a crecer, cuyo caracter nacional conocido y promovido es una invención de diversos grupos de poder interesados en explotar dicha idea para sus propios fines.

¿Es válido entonces preguntarse aún por la esencia de lo mexicano en pleno siglo XXI?

Yo creo que si, pues actualmente cantar el himno nacional y saludar a la bandera ya no exalta el espíritu de las nuevas generaciones, aunque como es algo "politicamnete incorrecto" es mal visto que no se de la apariencia de hacerlo con gusto en esas ocasiones inevitables. También es necesario para tener una razón por la cual la "gente bonita" de un barrio de lujo y cosmopolita de la capital, tendría que hacer el servicio militar de la misma forma que algún joven indígena de la sierra chiapaneca, ¿qué los movería realmente a "ofrendar" sus vidas en caso necesario, por la nación, más allá de que una supuesta ley los obligue a hacerlo ? (suponiendo que esa ley sea pareja). ¿Qué valores serán entonces los que debemos promover, y que puedan tener consenso suficiente para mantener una cohesión social que nos permita vivir sin matarnos por discrepancias culturales?

Creo que la nueva definición de mexicano tendría que pasar primero por una definición de lo que es SER, para lo cual la filosofía y su enseñanza debiera ser un derecho básico de todo ser humano, a través de la cual identificáramos aquello que nos hace humanos y que tenemos en común con el resto de nuestra especie. Esto puede ser peligroso, pues podriamos acabar descubriendo que en realidad, más allá de las etiquetas imaginarias, no hay mayor diferencia esencial entre quien nace en este territorio y quien lo hace al otro lado del mundo por más que sus costumbres sean distintas, por lo que tendríamos los mismos derechos a existir y desarrollar nuestro potencial inherente a la especie. Después trataríamos de definir que es ese potencial y en que medida podemos llegar a él. Luego podríamos considerar los derechos básicos que nos convendria tener y disfrutar, asi como obligaciones que nos permitan, al mismo tiempo que permite a los demás de nuestra especie, aspirar a desarrollar ese potencial humano en situaciones equitativas. Después definiríamos lo que es territorio, a quien pertenece, para lo cual consideraríamos modos distintos de concebir la naturaleza y el derecho o no derecho de poseerla. Para entonces, tal vez el hecho de nacer en cierta tradición o cierto territorio pasaría a segundo plano a la hora de establecer quién es un sujeto de derecho (solo tal vez).

Obviamente hay muchísimos intereses que se verían afectados si esto pasara, intereses que se miden en privilegios de varias clases pero que apuntan todas a perseguir una sensación de poder, a costa de la subordinación de la mayoría. No conviene a estos intereses que descubramos que no necesitamos una nacionalidad.

Asi que, en mi humilde opinión, si vale la pena preguntarnos nuevamente, en este siglo XXI, qué significa ser mexicanos, pero tal vez para descubrir que ya no necesitamos definirnos así nunca más.

Ahora, ¿qué importancia tiene esto para la educación en México? ¿Por qué un curso de historia donde revisamos los intentos de construcción de una identidad mexicana?

La educación, en su más amplia concepción, abarca más allá de lo escolar, donde normalmente se le restringe en el imaginario colectivo; de hecho la dimensión escolar es mínima, en cuestión de tiempo e impacto generado en una persona para lograr en ella cierta tendencia a un modo de ver la vida y de dirigirnos dentro de ella. La educación en su concepción más amplia, y más influyente, se da informalmente, sea a través de la transmisión de valores y creencias de boca en boca, de generación en generación, sea a través de la difusión de estos contenidos a través de medios masivos de comunicación, los cuales pueden llegar profundamente a la psique de las personas y modelar una creencia para poder manipular indirectamente una conducta; ahora ¿quiénes dictaminan que debe creer el pueblo? ¿qué intereses tienen en ello? Los pedagogos y los maestros son encargados de llevar a cabo la realización de equis proyectos educativos pero, ¿son considerados a la hora de diseñar planes de estudio y los fines de estos proyectos? ¿sómos concientes de las implicaciones y los resultados no declarados que se esperan de ellos, más allá de la apariencia?

Construir una nación necesita educadores que lleven a cabo la tarea de formar un perfil de ciudadanos para la misma, en sus varias categorías, pero pocas veces tenemos ocasión de ser parte de la cúpula que decide que tipo de ciudadanos formaremos y sus ¿por qué y para qué? Este curso de Historia de la Educación dentro de la carrera de Pedagogía, así como otras asignaturas de la misma, al menos en la Universidad Nacional Autónoma de México, intenta abrir la conciencia de los futuros profesionales de la educación para que sepan en que se sustentan y que fines se persiguen ( especialmente los no manifiestos explicitamente) que se busca al crear ciertos perfiles de ciudadanos, alumnos y trabajadores (incluyendo en esto la creencia en un tipo de identidad nacional) a los cuales formaremos a través de la educación a través de sus diversas dimensiones y áreas, y solo entonces poder actuar con conciencia sabiendo si estamos o no de acuerdo con ellos,







Fuentes:


La jaula de la melancolía: identidad y metamorfosos del mexicano. Bartra Roger. Grijalvo. México D. F. 1986

México profundo: una civilización negada. Bonfil Batalla, Guillermo. Grijalvo. México, 1994

El mexicano: psicología de sus motivaciones. Ramos Samuel. Grijalvo. México. 1979

Historia general de la pedagogía. Larroyo Francisco. México. Porrua. 1981

1 comentario:

  1. Pues yo, que soy un ignorante, creo que puedes enriquecer tu breve rastreo con el imperdible texto de Paz.
    Y aceptantdo sin conceder tu propuesta de "descubrir que ya no necesitamos definirnos así nunca más"; creo que lo verdaderamente necesario consiste en definir qué es México.

    Saludos!

    ResponderEliminar