En una clase aburrida de la carrera, me dejaron de tarea escribir este breve y pobre ensayo, pero como más o menos me agradó(me gustaría pero no soy un buen poeta), lo comparto aquí con la banda, aunque puede que sea una total marihuanada (como acostumbroj eje).
¿Qué es una mujer?
Hablamos de romper paradigmas, pero seguimos viendo con paternalismo a la mujer, no con equidad. Esto puede ser muy cómodo, sobre todo para algunas de ellas; apelamos a los principios de caballerosidad y “buenas costumbres” -cederle a las damas, por el hecho de ser “damas” el asiento, no hablar palabras “altisonantes” delante de ellas, elevar al estatus de sagrado el día de la madre, etc.- pero de fondo sigue la convicción de que en realidad vale menos que el hombre, tanto su persona como su trabajo. Las adornamos con palabrería y exaltaciones emocionales pero, pasada la emoción, seguimos considerándolas eternas menores de edad y lo peor, muchas de ellas mismas parecen estar de acuerdo y contentas con ello.
Adoptan el apellido del hombre renunciando al suyo; escuchan alegremente música que puede parecer muy festiva, pero cuyas letras a veces son degradantes en extremo para ellas; se deleitan en películas y programas en los que tienen el rol estelar de..¡víctimas!; tienen que pedir permiso al marido o al novio para tener amigos, entre otras muchas cosas similares, pero dales una flor y cédeles el asiento aunque no lo necesiten y ya está, se olvidan de los derechos largamente añorados.
Una mujer que se valore, que se quiera, no tiene por que renunciar nunca a su femineidad, como algunas lo han hecho con tal de ser aceptadas en el mundo laboral de los hombres; tampoco encuentra gusto por apoyar pautas culturales que les nieguen el derecho a vivir libremente su sexualidad (lo cual de ningún modo está peleado con la responsabilidad); se me ocurre un ejemplo: casi todas las canciones de desamor de los hombres juzgan de prostituta a la mujer que ha decidido escoger por ella misma al sujeto de su afecto, siendo éste diferente a la voz en primera persona que canta, conteniendo esta idea una creencia bastante profunda en que ellas no pueden ni deben tomar decisiones importantes, y la mayoría de las mujeres parece no darse cuenta de lo que escuchan, pasando derechito a su inconciente y haciendo más fuerte la convicción de que ellas no deben tener derecho a disfrutar y a elegir (tanto en cuestiones erótico-afectivas como en otros rubros). Una mujer que aspire a ser respetada comenzaría por no apoyar ese tipo de canciones, sean “tradicionales” o modernas, ni otras manifestaciones culturales que incidan en lo mismo.
El respeto y el amor a su sexo se inicia en casa, con las niñas más pequeñas, inculcándoles la misma confianza en que valen tanto y pueden lograr tanto como cualquier niño varón, con las mismas oportunidades y responsabilidades (el machismo se mama, dicen), y sin tener que entrar tampoco en una competencia absurda sobre que sexo es mejor. Los sexos nunca serán iguales, no hay ni habrá igualdad entre ellos, sería horrible, a menos que queramos ser andróginos o hermafroditas; lo que si puede y debiera haber es equidad, lo cual es muy diferente. Una mujer que ama su sexo disfruta por igual si un nuevo bebé en la familia es niño o niña y propiciará que haya oportunidades de desarrollo psicoafectivo sano y completo para ambos. La actitud que presente posteriormente en la escuela y el trabajo sólo serán consecuencias de lo que absorbe en casa; si ha crecido convencida de que ser mujer es algo maravilloso, digno ser gozado en toda su plenitud, un ser humano con cualidades y defectos que confía en sus habilidades y capacidades, no importará demasiado que en la escuela o el trabajo encuentre situaciones adversas o posturas retrógradas; sabrá lo que vale y hará lo necesario para mostrarlo o simplemente no perderá su tiempo y sus cualidades en un lugar que no vale la pena.
Una mujer es algo maravilloso, más allá del estereotipo de belleza al que estemos acostumbrados, pero depende de ellas mismas comenzar a valorarse justamente, a valorar sus deseos, sueños, aspiraciones, sea que quiera ser madre o astronauta, que lo sea por que realmente está convencida de que es digna de poder serlo, sin sentirse con menos, ni con más valor intrínseco que un hombre.
¿Qué es una mujer?
Hablamos de romper paradigmas, pero seguimos viendo con paternalismo a la mujer, no con equidad. Esto puede ser muy cómodo, sobre todo para algunas de ellas; apelamos a los principios de caballerosidad y “buenas costumbres” -cederle a las damas, por el hecho de ser “damas” el asiento, no hablar palabras “altisonantes” delante de ellas, elevar al estatus de sagrado el día de la madre, etc.- pero de fondo sigue la convicción de que en realidad vale menos que el hombre, tanto su persona como su trabajo. Las adornamos con palabrería y exaltaciones emocionales pero, pasada la emoción, seguimos considerándolas eternas menores de edad y lo peor, muchas de ellas mismas parecen estar de acuerdo y contentas con ello.
Adoptan el apellido del hombre renunciando al suyo; escuchan alegremente música que puede parecer muy festiva, pero cuyas letras a veces son degradantes en extremo para ellas; se deleitan en películas y programas en los que tienen el rol estelar de..¡víctimas!; tienen que pedir permiso al marido o al novio para tener amigos, entre otras muchas cosas similares, pero dales una flor y cédeles el asiento aunque no lo necesiten y ya está, se olvidan de los derechos largamente añorados.
Una mujer que se valore, que se quiera, no tiene por que renunciar nunca a su femineidad, como algunas lo han hecho con tal de ser aceptadas en el mundo laboral de los hombres; tampoco encuentra gusto por apoyar pautas culturales que les nieguen el derecho a vivir libremente su sexualidad (lo cual de ningún modo está peleado con la responsabilidad); se me ocurre un ejemplo: casi todas las canciones de desamor de los hombres juzgan de prostituta a la mujer que ha decidido escoger por ella misma al sujeto de su afecto, siendo éste diferente a la voz en primera persona que canta, conteniendo esta idea una creencia bastante profunda en que ellas no pueden ni deben tomar decisiones importantes, y la mayoría de las mujeres parece no darse cuenta de lo que escuchan, pasando derechito a su inconciente y haciendo más fuerte la convicción de que ellas no deben tener derecho a disfrutar y a elegir (tanto en cuestiones erótico-afectivas como en otros rubros). Una mujer que aspire a ser respetada comenzaría por no apoyar ese tipo de canciones, sean “tradicionales” o modernas, ni otras manifestaciones culturales que incidan en lo mismo.
El respeto y el amor a su sexo se inicia en casa, con las niñas más pequeñas, inculcándoles la misma confianza en que valen tanto y pueden lograr tanto como cualquier niño varón, con las mismas oportunidades y responsabilidades (el machismo se mama, dicen), y sin tener que entrar tampoco en una competencia absurda sobre que sexo es mejor. Los sexos nunca serán iguales, no hay ni habrá igualdad entre ellos, sería horrible, a menos que queramos ser andróginos o hermafroditas; lo que si puede y debiera haber es equidad, lo cual es muy diferente. Una mujer que ama su sexo disfruta por igual si un nuevo bebé en la familia es niño o niña y propiciará que haya oportunidades de desarrollo psicoafectivo sano y completo para ambos. La actitud que presente posteriormente en la escuela y el trabajo sólo serán consecuencias de lo que absorbe en casa; si ha crecido convencida de que ser mujer es algo maravilloso, digno ser gozado en toda su plenitud, un ser humano con cualidades y defectos que confía en sus habilidades y capacidades, no importará demasiado que en la escuela o el trabajo encuentre situaciones adversas o posturas retrógradas; sabrá lo que vale y hará lo necesario para mostrarlo o simplemente no perderá su tiempo y sus cualidades en un lugar que no vale la pena.
Una mujer es algo maravilloso, más allá del estereotipo de belleza al que estemos acostumbrados, pero depende de ellas mismas comenzar a valorarse justamente, a valorar sus deseos, sueños, aspiraciones, sea que quiera ser madre o astronauta, que lo sea por que realmente está convencida de que es digna de poder serlo, sin sentirse con menos, ni con más valor intrínseco que un hombre.